domingo, 19 de diciembre de 2010

El regreso de Los Siete


"El regreso de Los Siete" es una novela de fantasía ya terminada. Dejo aquí algunos capítulos, esperando opiniones. La novela está registrada en Creative Commons.
Sashka
Licencia Creative Commons
El regreso de Los Siete por Montserrat Fuster Rodríguez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.


 

Capítulo 1
Enitt
1
   El bullicio de la gente se podía oír desde fuera de la taberna, incluso a muchos metros de distancia. Eso no suponía que dentro del espacioso y cálido refugio el griterío fuera algo insoportable, todo lo contrario, era semejante a una especie de melodía que no acababa, una melodía que invitaba a formar parte del conjunto. De vez en cuando, la embriaguez de alguno ocasionaba la caída de vasos o de botellas que estallaban en mil pedacitos de cristal, dejando su oscura huella de licor sobre el viejo suelo de madera.
No era extraño que algunos clientes asiduos trajeran sus instrumentos musicales y se pusieran de acuerdo para tocar, amenizando la velada. Muchas veces, cuando tocaban las piezas más populares, la taberna entera acababa cantando a pleno pulmón.   
Adornos de todo tipo cubrían los renegridos muros, más que paredes, y unas enormes ventanas enrejadas  permitían recordar que al otro lado del cristal seguía estando ese otro mundo, un mundo tan distinto al de dentro que no parecía  posible cuando se miraba con los ojos nublados por la bebida. La enorme chimenea, perennemente en funcionamiento de septiembre a abril, combatía con éxito el frío invierno de Suruo, el pueblo donde vivíamos, y añadía una alegre sensación de hogar y bienestar.
Hasta el más mínimo detalle era controlado por un hombre de aspecto nervioso, incapaz de mantenerse quieto más de un segundo, que parecía estar en todas partes. El cansancio acumulado tras largos años de duro trabajo, día y noche, era inapreciable; al fin y al cabo esa era su vida. Ross, mi mejor amigo, sólo contaba con la ayuda de su acostumbrada voluntad y de su hijo, un esbelto jovenzuelo que no pensaba en otra cosa que no fuera salir de aquel lugar. Pero Jarko sabía que por el momento era imprescindible para su padre que él estuviera allí, ayudándole en primera línea, tanto en la taberna como en la posada. Ya llegaría el día en que su deseo dejara de ser un sueño y ese era su consuelo, sólo había que esperar...un poco más.
La clientela resultaba de lo más variopinta, desde labriegos a señores adinerados. Después de todo, éramos los mismos que todas las noches acudíamos al mismo lugar, la única taberna del pequeño pueblo, tomándonos como una cita seria el hacer acto de presencia. Sin embargo, aquella noche había alguien más...
—No temas, anciano, pues  no vengo a causarte daño alguno.
 
   No podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. La voz era indescriptible, suave como una caricia y firme y clara a la vez, como un susurro elevado a la altura del estruendo pero, sin embargo, tan extraña que me hizo palidecer de miedo. Más que oírse... se podía sentir. Me esforzaba por encontrar con la vista a quien tal fascinación había causado en mí con sólo unas palabras, pero fue en vano. Sólo veía cabezas, tambaleos causados por la embriaguez, cuerpos que se agitaban al compás de carcajadas... pero ni rastro de lo que buscaba. Empecé a sentir que me ahogaba, que me ardía la garganta, notaba una enorme presión en todo mi cuerpo y mis ojos se nublaron hasta casi no dejarme ver nada. El suelo bajo mis pies no presentaba la consistencia habitual y yo tenía que luchar ante la evidente pérdida de equilibrio que poco a poco se adueñaba de mí. Era una sensación que jamás antes había sentido y que, a cada segundo que pasaba, me dejaba más claro que aquél podía ser el final de mis días.  No sabía cuánto más podría aguantar sin estallar en un grito. La pregunta no quedó sin respuesta por mucho tiempo, el vaso que sostenía entre mis manos se volvió tan pesado que tuve que dejarlo caer, y  mientras el grueso recipiente de cristal viajaba hacia mis pies, expulsé todo el aire que me quedaba en los pulmones acompañándolo del sonido más atroz que jamás he emitido.
Cuando mis ojos recobraron la visión, el paisaje a mi alrededor me dejó más desconcertado de lo que estaba. Todos los allí presentes que minutos antes reían y bebían al son de las melodías acostumbradas, seguían allí, cada uno en su sitio, pero con una gran diferencia: la única muestra de vida en ellos estaba en la expresión de sus ojos, eran perfectas estatuas. “No temas anciano, pues no vengo a causarte daño alguno”, el sonido de esas palabras aún retumbaba en mi cabeza; con una presteza impropia de mí, revisé con la vista cada palmo de la taberna sin demasiada esperanza de encontrar lo que buscaba. Sólo cuerpos rígidos posando, congelados, en distintas posiciones fue lo que encontré.
— No puede ser... no es posible, es... no, no... —eso fue lo único que mi perplejidad me dejó expresar.
    
     Era como si el tiempo se hubiera detenido y me hubiera dejado a mí fuera de su juego antinatural. Pero había algo más, no sólo era la movilidad lo que había desaparecido en todo lo que me rodeaba, había algo que echaba de menos y que no era capaz de identificar.  

— Es inútil que te esfuerces en comprender algo para lo que tu mente no está preparada, todavía no. Acércate, ven  junto a mí.

    En esta ocasión, la enigmática voz que un instante antes me había helado la sangre se  tornó más humana, más palpable. Pude, incluso, identificar el rincón del que procedía la voz y, sin pensármelo dos veces, encaminé mis pasos hacía ese ser o lo que fuera. Por un momento tuve la sensación de que no era yo quien se desplazaba, que era la habitación  la que gozaba de movimiento; yo me limitaba a esquivar las perfectas estatuas humanas que iba encontrando a mi paso y, como bien comprendí después, ni siquiera de eso me estaba ocupando yo de forma consciente. Sólo me separaban unos metros de aquello que hacía a mi corazón palpitar como nunca antes, no sé si de emoción o de miedo, lo que sí recuerdo es que fueron los segundos más largos de toda mi vida.          
     El último grupo de inanimadas figuras quedaba expuesto ante mis ojos y pensé en que quizás hubiese preferido ser uno más de ellos, ajeno a todo. No podía evitar sentirme como un auténtico elegido, pero elegido ¿para qué? Y lo que más me intrigaba en esos momentos, elegido... ¿por quién?   No acababa de formularme esa pregunta a mí mismo cuando obtuve la respuesta, ahí estaba, a dos escasos metros de mi posición. Abrí y cerré los ojos repetidas veces al tiempo que los restregaba con mis manos con la única intención de aclarar la vista. Una vez más me encontraba ante algo que engañaba a mis sentidos: aquella figura de larga túnica encapuchada que se alzaba ante mí ¡no tenía rostro!

— Todo a su debido tiempo. Has de saber que mi presencia aquí no es más que una ayuda, una guía  para que puedas cumplir el destino que debe acontecer –se adelantó así a mi pregunta que dudo me hubiese atrevido a formular—. No tenemos mucho tiempo, así que debes escucharme y poner toda tu atención. No depende de ello sólo tu vida, quiero que lo tengas muy presente.
— Pero... ¿el destino que me aguarda?, ¿qué destino puede esperar un anciano como yo si no es una cercana muerte? —Fue entonces cuando me percaté de aquello que echaba en falta.
— Sí, Enitt, estás en lo cierto, no es mi voz lo que estás oyendo, es mi pensamiento. Nunca antes has tenido la posibilidad de escuchar un silencio tan profundo. Pero... ¿acaso eres capaz de oler el cargado ambiente que te envolvía hace apenas un instante? No lo creo probable — el ente rió quedamente—. No entiendes nada, ¿verdad, Enitt? Estás aquí y no estás, no debes hacer caso a tus sentidos en este momento. Deja de buscar una explicación lógica a todo aquello que escapa a tu comprensión.

Tenía razón, no existían sonidos, olores, incluso empecé a dudar sobre la consistencia de las cosas que mi vista alcanzaba. 
 — Casi todo volverá a la normalidad una vez te haya contado lo que debes saber         —añadió mientras se desplazaba lentamente.     
—Ya nada será normal después de esto —aseguré preguntándome sobre mi cordura, sin embargo el eco de un profundo recuerdo que se escondía me decía que no estaba loco.

El ente se rió de nuevo con una risa elegante que en absoluto descargó la más mínima tensión. Después me dirigió lo que hubiese sido una mirada fija de haber tenido ojos.
— Ha de acontecer algo inaudito y debes servirme bien —vaticinó con voz gélida—. Debes servirme sin errores, si en algo aprecias tu vida y la de los que conoces. Tres señales precederán al conflicto, la tercera de las cuales delatará su inminencia: rumores de guerra, hambrunas y malas cosechas en el norte y, por último, la muerte de alguien muy relevante.
— Y, ¿qué puedo hacer yo, un pobre viejo, para satisfacerte en algo que escapa a mis capacidades y a mi comprensión? —Dije totalmente angustiado.
— Será un camino largo y difícil, en el cual tu mundo regido por la lógica se tambaleará:   confiarás en alguien en quien desconfíes, desconfiarás de alguien en quien confíes y tendrás que sacrificar algo que amas. —El Ser guardó un momento de silencio para que asimilara sus palabras—. No temas, todo cobrará sentido en su debido momento. Y no te subestimes, sabrás lo que hay que hacer. Vengo a ti igual que iré a los otros, pero quiero que sepas que, aunque eres el más rebelde, nunca me has fallado. De los Siete, siempre has sido el mejor.
Después de esta última revelación, quedé tan perplejo que ni me di cuenta del momento en que todo desapareció y me encontré en el suelo. Aún pensaba en ello cuando sentí que varios brazos tiraban de mí y luego me sentaban en una silla. Vi delante mío unas caras preocupadas, y mi mente comenzó a aclararse y a adaptarse de nuevo a la realidad.
— ¿Estás bien, Enitt? —Me preguntó mi amigo el tabernero casi asustado. Yo asentí sintiendo que mi confusión remitía—.  Anda, tómate esto, te hará bien.

Cogí con manos temblorosas el vaso que me tendió mi amigo y conseguí llevarlo a mis labios. La bebida era dulce y su sabor me resultaba familiar, pero no conseguí averiguar qué era. Él me guiñó un ojo y sonriendo susurró:
—Recetas extrañas y secretas para sucesos extraños y secretos, pero resucita a un muerto.

Esa observación consiguió que me atragantara, y mientras tosía escandalosamente le clavé una mirada sorprendida;  Ross el Tabernero suspiró ruidosamente, se acercó discretamente a mi oído y, sin hacer caso de mi expresión torturada, me susurró algo.
—Más vale que te vayas a casa. Estás llamando demasiado la atención esta noche, y eso no nos conviene a ninguno de los dos. Vamos, entra en la trastienda y sal por la puerta de atrás. Será mejor que te acompañe Jarko.
—Tú sabes lo que ha pasado aquí hace un rato, ¿verdad, Ross? —Le interrogué agarrando su brazo.
— Un tabernero ni ve, ni oye, ni habla.

Le miré con enojo y me puse en pie en lugar de soltarle el puñetazo que merecía su respuesta. Mientras caminaba, mi cabeza daba vueltas a todo lo que estaba ocurriendo, tratando de asimilarlo a la mayor velocidad. Pero las preguntas aparecían simultáneamente sin respuestas a cada hecho recordado, confundiéndome más.
Cuando cruzaba la puerta que daba al callejón posterior con el hijo de Ross, éste se asomó desde la taberna.
— Enitt...
— ¿Qué? —Contesté deteniéndome en el umbral.
— Volvemos a ser un equipo, ¿eh?
Sin responderle salí a la noche y el aire frío del invierno me pareció una delicia.

3 comentarios:

  1. He leído el primer capítulo y me ha gustado mucho. Enhorabuena, Montse. En cuanto descanse un poquito los ojos, me leo el segundo.

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  2. Me ha sorprendido el primer capítulo,por un momento me he sentido en la taberna. Continuaré leyendo.
    Gracias, Montse

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  3. Qué intrigante Montse. Pues nada, ya lo empecé ahora a disfrutarlo.

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