lunes, 27 de diciembre de 2010

Capítulo 4 parte 4

4

Isir, rey de Delania, despachaba asuntos de estado junto a sus consejeros cuando Seamus, el mago de élite a su servicio, irrumpió en el salón del Trono apresuradamente y sin ser anunciado. El rey levantó la vista del documento que revisaba con aire contrariado, pero al ver a su leal colaborador con el semblante pálido como la misma muerte, tendió el pergamino al consejero de su izquierda y se puso en pie, expectante.
— Majestad, perdonad mis bruscos modos, pero es muy urgente…— dijo el mago sin resuello, postrándose ante su soberano.
— ¡Hablad, por los Dioses! Me estáis poniendo nervioso con vuestros titubeos.
La Puerta de los Planos… ¡Ha sido abierta, mi Señor!
El rey lo miró sin verlo, inmerso en sus pensamientos.
— Así que ya ha ocurrido… Los Siete tenían razón. Que los Dioses nos amparen…
— Eso no es todo, majestad…
— Del modo en que tiemblas, tú que a nada temes… sospecho que se abre en mi reino, ¿me equivoco?
— No os equivocáis, mi rey… Están entrando ahora mismo,  cientos de extrañas criaturas, de algunas incluso desconocíamos su existencia…
—¿Dónde, Seamus?
— En el Desfiladero de la Rosasangre, mi Señor.
El rey comenzó a pasear arriba y abajo, con un brazo sobre el torso y el puño del otro apoyando la barbilla, en actitud pensativa.
— Hay que avisar a los demás reinos, que envíen ayuda tal como convenimos.
— Ya lo he hecho, majestad.
— Convocad a mis mariscales. El grueso de mis ejércitos partirá de inmediato, hay que impedir que salgan de ahí, y esperarán los refuerzos prometidos. La orografía del desfiladero evitará que puedan atacar en un frente amplio, sus fuerzas se apiñarán en un cuello de botella que hará inútil su número. Si no conseguimos frenarles allí, habremos perdido la mejor oportunidad de aplastarles.
— ¡Si, mi Señor! — dijo uno de los consejeros, que salió a la carrera a cumplir las órdenes del soberano.
— Majestad— dijo el mago— , os informo que también cuentan con criaturas aladas. Si sobrevuelan a los nuestros, éstos pueden verse atacados por vanguardia y retaguardia. ¿Estáis seguros de esa táctica?
— Nosotros también contamos con criaturas aladas, Seamus. Los dragones dorados y plateados  entrarán ahora en combate, si recuerdas lo establecido en la Reunión de los Doce Reinos. Ponte en contacto con la hechicera de Los Siete, informa de la situación y que pida auxilio a los dragones en nuestro nombre.
— De inmediato, mi Señor— dijo Seamus levantándose y abandonando la estancia con tanta prisa como sus viejas piernas le permitieron.
 —Que los Dioses nos asistan…— musitó un consejero.
—Más bien nosotros hemos de asistirles a Ellos— dijo el rey—. A saber dónde están…

La alarma y el nerviosismo se extendieron por todo Álderan. Los demás reinos tuvieron noticia en muy poco tiempo de la apertura de la Puerta de los Planos y del lugar donde las fuerzas del Mal se estaban reuniendo. En consecuencia, actuaron según lo acordado en la reunión de los Doce Reinos, allá en la Torre de Izen. De las distintas fortalezas –a excepción de Maingru— salieron a los caminos la mitad de las tropas de cada país con destino a Delania. Tres mil enanos acorazados blandiendo afiladas hachas, enviados por el rey Biriz de las montañas Beggum y comandados por él;  seiscientos arqueros y dos mil efectivos de caballería élfica procedentes de Andarathiel, con el propio Thelentor –Señor de los elfos— a la cabeza; mil quinientos arqueros y mil soldados de infantería élfica enviados por la Dama Rian de Ímbrolas; dos mil bárbaros de los Yelmos del Norte precedidos por el propio rey Coriol; tres mil efectivos de caballería— entre hombres y mujeres— procedentes de El Gran Bosque de las amazonas; veinticinco mil soldados – arqueros, infantería y caballería— enviados por Ikar, rey de Tornia, cincuenta mil más  de las mismas artes enviados por Arnamion, rey de Selenia; treinta mil enviados por Nevelia, reina de Quarante, y veintisiete mil enviados por Holdes desde Dunamun.  Flotas de barcos procedentes de Ruanev, con mil quinientos cambiantes enviados por Dwintin, se hicieron a la mar con destino a Delania, desafiando las aguas embravecidas que parecían aliadas con las fuerzas oscuras.
Y magos. Todos los ejércitos sin excepción contaban con sus propios magos de alto grado y sus sanadores. Los medianos con los carros de la intendencia cerraban la retaguardia de los ejércitos, que marchaban hacia la guerra con la moral alta y el paso largo.  Álderan se negaba a ser subyugada. Álderan se negaba a sucumbir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario